Discurso Inaugural
Buenos Días,
Regentes, autoridades de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) y del sistema de la Universidad de California (UC), profesoras y profesores, empleados, estudiantes, ex – alumnos, benefactores, colegas, familiares y amigos: ¡bienvenidos!
Quisiera darle una bienvenida especial a Janet Reilly, presidenta de la Junta de Regentes de la UC; a Michael Drake, presidente del sistema de la UC, y a mis estimados colegas rectores de otros campus del sistema.
Presidente Drake —Michael—, me he beneficiado de tu sabiduría y amistad durante muchos años. Agradezco profundamente todo lo que has hecho por nuestra institución y por mí. Has sido un incansable defensor de la equidad y la justicia a través de la educación superior y los servicios de salud.
Estando aquí reunidos, quisiera honrar el legado de los seis rectores que me precedieron, cuyos nombres están grabados en la medalla que ahora porto con orgullo. Quisiera destacar, en particular, la labor de mis antecesores más recientes, Gene Block y Albert Carnesale, así como la del exrector interino Norman Abrams. Agradezco también a nuestro vicerector ejecutivo y preboste, Darnell Hunt, por su firme liderazgo como rector interino durante la transición previa a mi llegada.
Agradezco enormemente la presencia de delegadas y delegados de otras universidades, así como de líderes gubernamentales, comunitarios y empresariales de Los Ángeles y del estado de California, además de representantes diplomáticos de otros países. Entre las personas que hoy nos honran con su presencia se encuentran la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, y el jefe de la tribu Gabrielino-Tongva, Anthony Redblood Morales.
Me da mucho gusto estar acompañado por varios miembros de mi familia, incluida mi esposa y colega, Felicia Marie Knaul —Profesora Distinguida de la Escuela de Medicina Geffen —, mis hijos y sus respectivas parejas, y mi cuñado.
Muchas otras personas — presentes o ausentes — han desempeñado un papel crucial en mi vida. El tiempo no me permite nombrarlas a todas, pero siempre llevo conmigo la bendición de su amor, amistad y apoyo.
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Asumo este cargo con un profundo sentido de gratitud y de responsabilidad por la oportunidad de encabezar una extraordinaria universidad en un momento extraordinario.
La educación superior en Estados Unidos enfrenta uno de los mayores retos de los que se tenga memoria. La confianza pública en su valor se está erosionando y la histórica alianza que había establecido con el gobierno federal está sujeta a enormes tensiones.
La posición de la UCLA como centro de creatividad, innovación y valores democráticos también está siendo cuestionada. Nuestra respuesta debe ser valiente, resiliente y sabia. Estoy decidido a aprovechar el talento y el compromiso que definen el Espíritu Bruin para que la UCLA continúe defendiendo los valores que sustentan nuestro valor para la sociedad: la búsqueda de la verdad, la libertad de expresión, el disenso respetuoso, la expansión de oportunidades, la aceptación de la diferencia, el servicio a la sociedad y el compromiso continuo con la excelencia inclusiva.
Estos valores nos han guiado desde nuestros humildes orígenes. En 1919, la UCLA abrió sus puertas como la Rama Sur de la UC con apenas 1,300 estudiantes. Pero desde el principio albergaba una gran convicción: la creencia en el poder de la educación superior pública para transformar vidas.
Crecimos rápidamente. En menos de una década nos mudamos a Westwood, un campus esculpido en la ladera, con solo cuatro edificios y una visión ambiciosa. Surgieron nuevas escuelas, nuevas disciplinas y sueños novedosos.
Nos convertimos en un centro de aprendizaje, innovación y servicio. Abrimos nuestra primera escuela profesional durante la Gran Depresión, fuimos pioneros en la educación médica y de enfermería después de la Segunda Guerra Mundial, y lanzamos programas en las artes y los deportes.
Después llegaron los grandes avances, que llevaron a la UCLA a la escena global y que continúan a la fecha. La UCLA fue el lugar de nacimiento del internet, revolucionó tratamientos contra el cáncer y exploró el corazón de nuestra galaxia.
Esa trayectoria – de comienzo a crecimiento a despunte – sigue siendo nuestra esencia. Y esto apenas empieza.
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Desde mi llegada, en enero, iniciamos un proceso intenso, inmersivo e iterativo de escucha.
Organizamos 38 sesiones, que reunieron a cerca de 6,000 miembros de la comunidad —profesores, empleados, estudiantes y exalumnos. También me reuní con líderes gubernamentales, empresariales y sociales, y abrimos una plataforma digital para que los Bruins (Osos Pardos) compartieran sus puntos de vistas, en donde hemos recibido ya más de 1,500 preguntas y sugerencias.
Fui a cada uno de esos encuentros con el oído y el corazón abiertos, y con la mirada puesta en el futuro que construiremos juntos.
Dos ideas clave surgieron de esos encuentros:
- Hay un inmenso orgullo y pasión en nuestra comunidad. A los Bruins nos interesa profundamente nuestra institución y nos importamos muchos los unos a los otros. No solo aspiramos al éxito y al éxito de nuestros estudiantes; queremos florecer.
- Al mismo tiempo, existe temor e incertidumbre ya que las universidades enfrentan desafíos sin precedentes.
Para navegar en estas aguas y llegar a un sitio de aún mayor fortaleza, hoy quiero compartir lo que considero nuestras tres grandes aspiraciones. Estas visiones definitorias sintetizan lo que recogí en el ejercicio de escucha y nos orientarán hacia un futuro promisorio. En nuestra visión colectiva, aspiramos a ser una universidad conectiva, influyente y ejemplar.
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Universidad Conectiva
Nuestra primera aspiración — ser una universidad conectiva — enfrenta una necesidad actual urgente. Vivimos en una era de alta conectividad, pero escasa conexión.
Las grandes universidades tienden puentes. Ellas conectan generaciones a través de la educación; disciplinas a través de la investigación y el saber; geografías a través de la colaboración global; eras a través de la preservación del conocimiento; identidades a través de la inclusión, y conectan comunidades a través del servicio.
Esta última dimensión de nuestro carácter conectivo se puso a prueba con los incendios forestales que surgieron al segundo día de haber asumido mi cargo. El peor desastre natural en la historia de Los Ángeles trajo perdidas dolorosas y destrucción. Pero las muestras de apoyo y solidaridad fueron muy alentadoras.
Ese mismo espíritu continua al tiempo que tomamos el camino hacia la reconstrucción. Los profesores de la UCLA en todo el campus están aportando sus conocimientos para reimaginar nuestra ciudad y para hacerla más segura y sostenible. Me enorgullece afirmar que la UCLA no es solo una universidad en Los Ángeles; es una universidad de Los Ángeles.
Durante la emergencia lanzamos UCLA Conecta, un marco integrador para establecer conexiones todavía más fuertes entre nuestro trabajo académico y creativo, nuestro servicio público y el mundo.
Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2028 nos ofrecen otra gran oportunidad de conexión, cuando los reflectores del mundo se vuelquen hacia Los Ángeles y la UCLA albergue la Villa de los Atletas.
Este será una gran oportunidad para mostrarle al mundo la excelencia de la UCLA. Los Bruins ya han ganado 284 medallas olímpicas, un récord sorprendente que fue posible gracias a los 124 títulos nacionales en las competencias intercolegiales. A través de la competencia limpia, la inclusión, el trabajo en equipo y la construcción de comunidad, los deportes contribuyen a la conectividad.
De manera más amplia, UCLA Conecta también mirará hacia dentro, a medida que nos enfocamos en sanar y reconstruir la confianza entre los miembros de nuestra propia comunidad de estudiantes, profesores y empleados. Profundizaré en este tema más adelante. Por lo pronto, quiero enfatizar: Me comprometo a ampliar el papel de la UCLA como catalizador activo de las conexiones dentro y entre nuestras comunidades internas y externas.
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Universidad influyente
Nuestra segunda aspiración es ser una universidad que influye generando un impacto positivo. El conocimiento – el producto por excelencia de las universidades – es crucial para entender al mundo de manera significativa y conducir la transformación social ilustrada. Hoy más que nunca, debemos construir un sólido puente que conecte el saber con las soluciones para así cumplir con nuestro compromiso hacia la sociedad.
Para hacer esto, es necesario defender nuestras instituciones, las cuales proveen la matriz para construir estructuras duraderas que sustentan las acciones con propósito. Las instituciones permanecen después de que los individuos se han ido, lo que les permite trascender con y a través de los otros.
Nuestra obligación última es proteger el legado que hemos recibido de aquellos que vinieron antes que nosotros y entregarlo enriquecido a aquellos que vendrán después de nosotros. Ese es el pilar del progreso sostenible. Las universidades se cuentan entre las instituciones con mayor poder de perdurar. Proporcionan el tipo de continuidad que construye civilizaciones. Al mismo tiempo, cultivan el pensamiento crítico y la creatividad que impulsan el cambio positivo.
Un momento crucial en ese proceso se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el poder de la ciencia se desplegó de manera por demás dramática. En ese momento, el gobierno de Estados Unidos estableció un pacto con las universidades para que sirvieran como sitios para conducir investigación mientras construían las líneas de producción del talento del futuro. Este modelo ha generado enormes beneficios a la nación y el mundo.
La UCLA es una universidad relativamente joven, pero tenemos un récord admirable en solo 106 años. Si medimos los logros en relación a la edad institucional, la UCLA se cuenta sin duda entre las universidades con mejor desempeño. Y esa misma juventud significa que tenemos un enorme potencial hacia el futuro. Preeminencia y promesa son las dos caras de nuestra moneda institucional.
Las grandes universidades, como la UCLA, entienden que nuestro impacto no termina cuando ensanchamos las fronteras del conocimiento, sino que continúa cuando traducimos con intención los descubrimientos en innovaciones. Esta es la manera de expandir aún más el valor de nuestra investigación hacia la sociedad. En estos momentos de reducción del patrocinio federal a la investigación, la innovación tecnológica es también nuestra mejor opción para diversificar las fuentes financiamiento y mantener el motor de la investigación básica andando.
La adquisición y el desarrollo ulterior del Parque de la Investigación UCLA representa una oportunidad única para acelerar el crecimiento de un ecosistema de innovación integrado en el corazón del Sur de California a través de vigorosas alianzas con los sectores privado y filantrópico.
Esta audaz visión ya está tomando forma a través de los dos proyectos ancla ubicados en el Parque de la Investigación: el Instituto Californiano de Inmunología e Inmunoterapia y el Nodo de Innovaciones Quantum. Me siento muy agradecido con nuestros socios y benefactores por su continuo apoyo. Juntos seguiremos demostrando que la excelencia y la pertinencia son valores que se refuerzan mutuamente.
UCLA Salud es un ejemplo luminoso de esta conjunción virtuosa en la que la investigación impulsa el desarrollo de novedosos servicios que mejoran y salvan la vida de un millón de personas al año. Detrás de esa cifra hay historias inspiradoras que debemos compartir para recuperar la confianza de la sociedad, especialmente en estos momentos de ataque a la ciencia y su papel insustituible en el fomento del bienestar, la prosperidad y la seguridad.
Nuestra influencia no se detiene ahí. Cultivar las artes y las humanidades enriquece nuestras vidas al darles significado y sentido esclarecedor. La UCLA es el hogar de tesoros culturales que disfrutan más de medio millón de personas que visitan nuestro campus cada año para asistir a mil diferentes eventos artísticos.
Yo tuve la fortuna de crecer en una familia en donde la ciencia, la medicina, las artes y las humanidades coexistieron en armonía. Esta experiencia resuena con un tema que escuché en repetidas ocasiones durante el ejercicio de escucha: la necesidad de integrar la investigación, el saber y la creación artística como la mejor manera de hacer avanzar el conocimiento y enfrentar los problemas complejos.
Me comprometo a promover este tipo de paradigma integrador que tan bien se ajusta a los talentos diversos y complementarios de nuestro brillante profesorado.
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Otra área crítica en la que debemos romper con los silos es la innovación educativa. La educación fue uno de los pocos campos que no experimentaron una revolución tecnológica durante el siglo XX – en comparación con la atención a la salud y las comunicaciones, por ejemplo. Esa revolución está sucediendo ahora.
A los estudiantes les debemos nuestro mejor esfuerzo por elevar la calidad de su educación mediante la aplicación de los avances de frontera en la ciencia y las tecnologías pedagógicas. Más allá del campus, el imperativo de la innovación se pone de relieve por el hecho de que nuestros estudiantes se están graduando hacia el mercado laboral más dinámico de la historia. Para responder a esta realidad, lo sistemas educativos cerrados deben dar lugar a sistemas abiertos diseñados para satisfacer las necesidades educativas en evolución de la gente a lo largo de sus carreras.
El concepto clave aquí es la educación de por vida, que tiene dos significados: primero, educación que dure toda la vida, incluyendo nuestros años de trabajo; segundo, educación que prepara a los estudiantes para la vida, capacitándolos para llevar una vida plena de propósito y satisfacción como miembros de una comunidad
Me comprometo a actuar sobre esta visión a través de una nueva y audaz iniciativa, UCLA de por Vida, que involucrará Extensión UCLA, el Centro de Enseñanza y Aprendizaje, y los diversos nichos de innovación educativa ya activos en nuestras facultades y nuestro colegio.
Esta innovación le permitirá a la UCLA ampliar todavía más los beneficios de su educación de alta calidad, que es clave para restablecer la confianza del público en las universidades. Nuestra estrategia a este respecto la guía la excelencia inclusiva -un concepto integrador que busca, simultáneamente, los mayores estándares de calidad y la expansión del acceso a grupos cada más amplios y diversos. Hay quien piensa que estos dos objetivos son mutuamente excluyentes. Nosotros afirmamos que son mutuamente fortalecedores. La excelencia sin inclusión profundiza la desigualdad y el resentimiento. La inclusión sin excelencia produce desperdicio y frustración.
Me comprometo a elevar todavía más la posición de la UCLA como una universidad que es, a la vez, distinguida en su alto nivel de logros y distintiva en su compromiso con la ampliación del acceso y el éxito de los estudiantes de todos los sectores sociales.
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El amplio alcance de nuestro trabajo de investigación, educación y servicio no sucede en el vacío. Sólo puede florecer en una organización efectiva. Para ser en verdad influyentes, las universidades deben llevar el valor de la excelencia – tan central a la misión académica fundamental – a todas las funciones esenciales que apoyan esa misión.
Las instituciones efectivas siempre buscan hacer las cosas mejor, que es el reflejo de una cultura de mejora continua. Sin embargo, durante los periodos de disrupción, esto no es suficiente. En esos momentos es necesario no solo hacer las cosas mejor sino hacerlas de manera diferente e incluso hacer cosas diferentes.
Con ese objetivo en mente, estamos por lanzar un ejercicio disciplinado de auto–reflexión para analizar si lo que estamos haciendo – y cómo lo estamos haciendo – es la mejor manera de alcanzar nuestras metas. Esta transformación institucional estará guiada por una amplia consulta con el profesorado y el personal de apoyo. Nuestra imperativo estratégico será garantizar que los recursos que la sociedad nos ha encomendado le generen, de regreso, el máximo valor posible, asegurándonos, al mismo tiempo, que estamos protegiendo nuestra misión académica central.
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Durante el ejercicio de escucha, me percaté de preocupaciones y sugerencias como rector, pero también las entendí en mi papel como miembro del cuerpo de profesores. El hecho de que la mayor parte de las posiciones en la administración académica esté en manos de los miembros de este cuerpo es un elemento clave de nuestra gobernanza compartida – una innovación institucional perfeccionada en la UC. Soy un firme creyente en este modelo y me comprometo a defenderlo.
He hecho mención del profesorado y el personal de apoyo. También necesitamos del soporte leal de nuestros 670 mil exalumnos en todo el mundo, quienes personifican el impacto positivo de nuestra misión educativa.
Y, por supuesto, necesitamos a nuestros generosos benefactores. La raíz del término “filantropía” se traduce como “amor por la humanidad” y nuestros benefactores viven esas palabras. Creen en el valor de nuestro trabajo y quieren verlo conectado con el mundo. Estoy infinitamente agradecido con ellos y saludo el papel catalítico que juega La Fundación UCLA.
Además del apoyo económico que provee, la filantropía contribuye de forma invaluable a construir confianza en las universidades. De hecho, nuestros benefactores encomiendan sus bien ganados recursos a nuestra rectoría para que los usemos con el fin de alcanzar metas valiosas. Esos actos de generosidad mandan a otros sectores de la sociedad como los tomadores de decisiones y los contribuyentes el mensaje de que las universidades son, en efecto, una fuerza del bien.
Me comprometo a trabajar con nuestros socios y benefactores para ganarnos, todos los días, la confianza del público en la UCLA como una institución influyente y con impacto positivo.
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Universidad Ejemplar
Nuestra tercera aspiración es ser una universidad ejemplar. Esto significa que, a través de los valores que profesan y los comportamientos que exhiben, las universidades pueden servir como modelos para la sociedad de la que forman parte.
Contamos con cimientos muy sólidos sobre los cuales construir en la búsqueda de este ideal. La UCLA es la universidad pública número uno de Estados Unidos y forma parte del mejor sistema universitario del mundo. Tenemos la fortaleza para embarcarnos ahora en un proceso de renovación institucional que nos permitirá enfrentar de mejor manera las complejidades e imperativos del momento actual.
Un paso esencial en ese proceso es examinar los eventos que tan dolorosamente dividieron a nuestro campus en la primavera de 2024 y comprometernos en un esfuerzo deliberado hacia la reparación y la reconciliación, para así transformar la polarización en pluralismo. Me comprometo a seguir escuchándolos al tiempo que trabajamos juntos en restablecer y reafirmar los lazos que definen una verdadera comunidad.
En un momento en el que muchas voces cuestionan el valor de las universidades, yo afirmo que nuestro valor es inseparable de nuestros valores. Los valores que enumeré al principio de este discurso deben ser nuestro faro al navegar en las turbulentas aguas de la educación superior. Tenemos que asegurarnos que no son una simple declaración de buenas intenciones sino una guía sobre la manera de conectarnos los unos con los otros en nuestros encuentros cotidianos, de tal forma que valoremos tanto nuestras diferencias como nuestro sentido de propósito común.
Hay dos asuntos en los que estoy seguro todos podemos coincidir:
Primero, al reconocer la dignidad inherente a todo ser humano, debemos prevenir y combatir activamente la discriminación. Nadie en nuestro campus debe sentirse inseguro por quién es o por lo que cree. Recuerden que cuando un grupo se vuelve el blanco del fanatismo, nadie está seguro. Es por eso que hemos lanzado una Iniciativa integral de Combate al Antisemitismo, que es un elemento esencial de nuestra determinación para acabar con todas las formas de prejuicio e intolerancia en nuestro campus.
Debemos respetar el derecho de cada persona a abrazar todas las dimensiones de su identidad. Al mismo tiempo, debemos evitar la tendencia corrosiva a ver a las personas solamente a través de categorías basadas en la identidad, asumiendo que son uniformemente parecidas dentro de esos grupos y perdiendo de vista su individualidad. Dichas distorsiones aplanan las identidades individuales y conducen a rechazar a grupos enteros como los “otros”. Esta es la forma definitiva de la deshumanización.
La historia nos ha enseñado que la estigmatización de los grupos, si se deja sin control, conduce a las peores atrocidades. Por fortuna, la mayoría de los miembros de nuestra comunidad comparten una base común de empatía y bondad para conectarse entre ellos más allá de los confines de las categorías sin rostro.
Segundo, debemos aceptar que en una universidad la forma de procesar las diferencias es a través de la razón y el diálogo, no el odio y la violencia. Las buenas universidades no solo toleran, sino que cultivan la diversidad de pensamiento. Están en contra del dogma, el conformismo y el adoctrinamiento.
Podemos discrepar apasionada, incluso vehementemente, pero siempre de manera respetuosa. El respeto empieza por nunca ignorar las perspectivas opuestas sino escucharlas y comprometernos en un diálogo a través de las diferencias. Crear el espacio para ese tipo de compromiso es uno de los papeles clave que las universidades juegan como instituciones sociales.
Con ese fin, estoy anunciando el lanzamiento de una serie de Conversaciones Comunitarias en el Campus. Se trata de un proceso participativo para construir un consenso alrededor de las preguntas fundamentales de nuestra coexistencia. ¿Qué es lo que cada uno de nosotros le debe a los otros miembros de nuestra comunidad? ¿Y qué podemos esperar de los otros miembros de nuestra comunidad? Al involucrarnos en este tipo de conversaciones proporcionaremos un invaluable servicio no solo a nuestra universidad y a la educación superior, sino a la sociedad en su conjunto durante este periodo de polarización extrema.
Después de mi ejercicio de escucha inicial he concluido que la mayoría de nosotros quiere formar parte de esa conversación. De esa manera nos podemos convertir en una institución ejemplar.
Como su nuevo rector, me comprometo a involucrarme apasionadamente con todos para que juntos podamos restablecer relaciones conectivas en nuestra comunidad.
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Para mí esto es profundamente personal.
El momento definitorio de mi vida sucedió cuando mis abuelos paternos se vieron obligados a huir de Alemania en los años treinta junto con sus dos hijos – mi padre, que tenía seis años, y su hermana, que tenía cuatro.
Una serie de coincidencias los llevaron a México – un país pobre en términos materiales, pero rico en lo que más importaba, entonces y ahora: la generosidad hacia los extraños.
Es relativamente fácil ser generoso con la gente que uno conoce, pero es mucho más difícil serlo con la gente que es diferente. Sin embargo, fue tal generosidad la que salvó la vida de mi familia e hizo posible mi propia vida.
Al igual que todos mis hermanos y primos, fui criado con un sentido de obligación de corresponder a la generosidad hacia los extraños. Como resultado, todos hemos dedicado nuestras carreras al servicio público, a través de la ciencia, la medicina, la música y la educación.
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Este es el camino que me ha traído hasta aquí hoy. Me siento orgulloso de ser el primer rector latino de la UCLA.
Aunque todos estamos orgullosos de nuestras respectivas herencias, también debemos reconocer que cada uno de nosotros portamos diversas identidades. El propósito de rebelarnos contra las fuerzas externas de la discriminación y la intolerancia puede fortalecerse si abrasamos nuestra propia diversidad interna. De esta manera podemos contrarrestar la definición excluyente de los “otros” y encontrar la verdadera conexión ¾no solo con aquellos que conocemos, sino especialmente con aquellos a quienes no conocemos, con gente que puede ser extraña pero que no es ajena a nuestra humanidad común. Cada uno de nosotros somos todos nosotros. Las universidades ejemplares deben demostrarle al ancho mundo que ese camino ilustrado es, en efecto, posible.
Me comprometo a servir a esta universidad como el rector de todos.
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Conclusión
Al cumplir con nuestras tres aspiraciones —ser una universidad conectiva, influyente y ejemplar — podremos ayudar a definir lo que una gran universidad puede ser en el siglo XXI e inspirar una confianza renovada en la promesa de la educación superior.
Al inicio describí la trayectoria de nuestra institución durante un periodo de progreso de 106 años impulsada por una visión, la resiliencia y la enorme energía de varias de generaciones de Bruins.
Esa historia permanece hoy con nosotros. Alimenta nuestro espíritu y conduce nuestras aspiraciones. Honremos entonces este extraordinario legado y saquemos de él la fuerza para enfrentar los retos sin precedentes de nuestro tiempo.
Conforme erigimos un nuevo camino hacia nuestro segundo siglo, enfrentemos el futuro con confianza ¾no porque será directo sino porque contamos con dirección para movernos hacia adelante.
Así como la UCLA ha evolucionado de un humilde comienzo a un vigoroso crecimiento y a un sorprendente despunte, su trayectoria la ha impulsado la audacia. Estamos ahora entrando a una nueva era en la que dicha audacia es más necesaria que nunca. Este no es un tiempo para retroceder. Es un tiempo para ser audaces:
- audaces al promover los valores ilustrados de la educación superior, que ha generado beneficios sin precedentes a la humanidad;
- audaces al defender la búsqueda incansable del conocimiento como piedra angular de la democracia;
- audaces al traducir nuestros descubrimientos en soluciones a los retos más complejos que enfrenta el mundo;
- audaces al promover el acceso a la educación superior como la vía más legítima hacia la igualdad de oportunidades y la movilidad social;
- audaces en la innovación educativa para que nuestros estudiantes sean no solo más competitivos en el mercado de trabajo sino también más competentes en la arena cívica, y
- audaces al perseguir la excelencia en la manera de organizarnos para cumplir con nuestra insustituible misión.
Este es el futuro que podemos y que vamos a construir.
Me presento ante ustedes con plena confianza: La UCLA está más que lista para afrontar los retos de este momento, juntos y siempre inspirados por el Espíritu Bruin.
Recuerden: Somos Una UCLA.